Nuestra misión
Nuestro sistema alimentario está roto. El cambio climático está dañando las cosechas, exacerbando el hambre y haciendo subir el precio de los alimentos en todo el mundo. Los alimentos y la agricultura también son responsables de un tercio de las emisiones y el principal motor de pérdida de biodiversidad.
A nivel mundial, necesitamos crear urgentemente un sistema alimentario más sostenible, resiliente y equitativo, pero esto no puede hacerse sin las agricultoras y s agricultores familiares.
La agricultura a pequeña escala produce hasta el 80% de los alimentos que se consumen en regiones como Asia y el África subsahariana y está en el centro de las cadenas mundiales de suministro de productos básicos como el arroz, el maíz, el cacao y el café. Agricultoras y agricultores familiares también somos la columna vertebral de las economías rurales, con más de 2.500 millones de personas en todo el mundo que dependen de las explotaciones familiares para su subsistencia.
Como agricultores y agricultoras familiares, somos pioneras en prácticas agrícolas variadas y respetuosas con la naturaleza, como la agroecología y lo orgánico, las cuales según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) son necesarias para salvaguardar la seguridad alimentaria en un clima cambiante, y clave para proteger y restaurar la naturaleza.
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Sin dinero no hay voz
A pesar del papel fundamental que desempeñamos, a menudo las personas tomadoras de decisiones y financiadoras dejan de lado a las agricultoras y los agricultores familiares:
- Sin acceso a la financiación climática: Décadas de inversión insuficiente y un sistema alimentario mundial injusto hacen que millones de agricultores y agricultoras familiares carezcan de la infraestructura, la tecnología y los recursos necesarios para adaptarse a un clima cada vez más errático y extremo. En 2021, solo el 0,3% de la financiación climática internacional se destinó a la agricultura a pequeña escala.
- Sin voz en la toma de decisiones: Las preocupaciones y propuestas de las agricultoras y los agricultores familiares rara vez son atendidas por los gobiernos, mientras que las limitaciones de elegibilidad y financieras nos dificultan participar en eventos internacionales como las Cumbres del Clima de la ONU.
Pocos fondos para la agricultura sostenible
En 2021, apenas una quinta parte (19%) de la financiación pública internacional para el clima destinada a la agricultura, la silvicultura y la pesca se utilizó para dar apoyo a prácticas agrícolas sostenibles y resilientes. Esto supone 1.600 millones de dólares, una fracción de los 300.000-350.000 millones de dólares anuales que se estiman necesarios.
Es más, casi el 90% de los 540.000 millones de dólares que los gobiernos gastan cada año en subvenciones agrícolas se destina a apoyar prácticas que perjudican la salud de las personas, exacerban el cambio climático, dañan la naturaleza y fomentan la desigualdad, ya que excluyen a los pequeños agricultores.
¿Qué queremos?
En la COP28, 159 gobiernos se comprometieron a transformar nuestro sistema alimentario. Cumplir esta promesa requerirá:
- Más y mejor financiación: Se necesita más financiación climática para adaptar el sistema alimentario y que una mayor cantidad llegue directamente a las organizaciones de la agricultura familiar, donde tendrá el mayor impacto. Necesitamos más subvenciones, menos préstamos y tipos de interés más bajos, además de inversiones a más largo plazo que se adapten a nuestras necesidades como agricultores, no a las prioridades de los donantes.
- Una voz real: Las organizaciones de la agricultura familiardeben tener, desde el principio, una participación real en la toma de decisiones sobre los alimentos y el clima a nivel local, nacional, regional e internacional, y no solo ser etiquetados como beneficiarios finales. Esto incluye participar en decisiones sobre financiación climática, planificación de la adaptación, reforma agraria y subvenciones agrícolas.
- Agricultura resiliente ante el clima: Debería destinarse más financiación a prácticas agrícolas sostenibles, resilientes y equitativas, incluida la agroecología, que promuevan una selección más diversa de cultivos, ganadería, silvicultura y pesca. Estas prácticas deben incluir variedades locales y reducir los productos químicos nocivos utilizados para mejorar la salud del suelo y ayudar a crear conexiones sólidas con los mercados locales.